MI CUÑADO ALBERT, SOBREVIVIENTE DE AUSCHWITZ
En
estos dias se celebra el aniversario de la liberación por el ejercito soviético
del campo de la muerte , allí donde se concentra toda la maldad del mundo, se
ha escrito mucho sobre ello y aun es poco, yo quiero recordar a mi cuñado
Albert Farhi, fue uno de los mas jóvenes que sobrevivieron, murió el año pasado
sin poder tomar parte en el aniversario, aunque quizás no hubiera querido
hacerlo, si salió con vida algo suyo murió en el campo del horror, nunca se repuso
de lo que allí sucedió.
Albert
era un judío sefardí, es decir de origen español, sus lejanos antepasados
fueron expulsados por los reyes Católicos¸fue una tragedia para ellos y para el
país ya que con su trabajo y su comercio generaban riqueza, España nunca se
repuso de esa perdida, como la de los moriscos, el fanatismo religioso acabo
con ellos. Mi cuñado, marido de Sara hermana de mi marido nos hablaba alguna
vez en el español del siglo XV, era una lengua melodiosa y entrañable, en su
familia aun la hablaban. Al perder lo que era su patria los antepasados de
Albert se afincaron en Turquía, donde existían muchas comunidades sefardíes y allí
vivieron hasta que las convulsiones del final de la primera guerra mundial les
decidiera a buscar otros países mas tranquilos, el padre de Albert quiso
marchar a los Estados Unidos, meta de muchos emigrados, para eso vino a Paris
donde ya tenia una novia preparada¸se casarían y marcharían buscando su nueva
vida, pero era sin contar con el amor que muchas veces es una trampa del
destino. Durante su espera para casarse conoció a una joven de la que se enamoró,
con el escándalo consiguiente ya que todos esperaban otra boda, además su
enamorada no deseaba marchas lejos de su familia, así que decidieron renunciar
al viaje, casarse y vivir en Paris, debía ser una bonita historia de amor, no
lo fue, acabó mal por culpa de los nazis, tuvieron muchos hijos, el mayor fue
Albert, casi todos los otros fueron exterminados en Auschwitz con sus padres.
El
señor Farhi se afinco en Paris, trabajaba como obrero en una fábrica de
automóviles, pasaron los años, vinieron los hijos y vino la guerra, los judíos
fueron perseguidos y entregados por la policía francesa para ser exterminados
en los campos de la muerte. La familia Farhi no fue molestada, estaban lejos de
Paris y nadie reparaba en un humilde obrero, ya casi en los últimos años de la
guerra llegó la primavera del 44, tres hermanos de mi cuñado se fueron a pasar
unos días a la costa con una asociación caritativa, él debía haber ido también
pero su madre le pidió que se quedara para ayudarla con sus hermanos mas pequeños,
eran tres, así que se quedo con sus padres. Farhi decidió un día de asueto ir a Paris para
visitar a uno de sus amigos, hacia tiempo que no se veían, era un turco y hablar
con el le recordaba los días de su juventud, el turco tenia un bar, acogió a su
amigo con los brazos abiertos, le invitó a beber y le dejo unos momentos para
hacer un recado, a su vuelta estuvieron hablando mucho tiempo, la conversación
acabó cuando apareció la policía para detener al señor Farhi, el turco le
denunció, se ofrecía una prima al que denunciara a un judío y el dinero pudo
mas que la amistad, la policía francesa entregó su presa a los nazis que le
enviaron hacia el campo de exterminio, pero no solo.
La
señora Farhi nada sabia de lo sucedido, vinieron a avisarla de que su marido
estaba en manos de los SS y que lo deportarían, la aconsejaron que se
escondiese con sus hijos, no, dijo la pobre mujer, nosotros somos unos
trabajadores y no pueden acusarnos de nada, no se escondió y no tardaron en
venir a buscarlos, a ella y a sus tres hijos, todos marcharon hacia la muerte en el convoi del 5 de mayo del 44.
Hasta el final de la guerra hubo muchos judíos que ignoraban lo que pasaba, no podían creer en el horror que les esperaba y se negaban a escapar cuando tenían ocasión, las autoridades nazis hacían lo posible por que reinara el silencio.
Las
horribles fauces de Auschwitz les esperaban, nada mas llegar la madre y los
hermanos pequeños fueron conducidos inmediatamente a los hornos crematorios, al
padre y Albert los reservaron para que trabajaran hasta morir de agotamiento,
Albert sobrevivió, era joven y fuerte, su padre no llego a vivir mas que dos
meses.
Conocí
a Albert en Paris, acababa de casarse con Sara, la hermana de mi marido, yo no
sabia nada de su historia, y él no contaba nada, me llamó la atención que
cuando comíamos juntos siempre cogía los platos de su esposa y el suyo y los protegía
como si quisieran quitárselos, mi marido se dio cuenta de mi extrañeza y me
dijo que era un superviviente del campo de la muerte y que allí debían proteger
la poca comida que les daban si querían sobrevivir, ves, me dijo yo como muy deprisa
ya que en el campo del muro del atlántico donde estuve prisionero de los nazis al
terminar mi pitanza corría a ponerme en la cola otra vez para poder tener doble
ración.
Como
mi cuñado nada contaba de su terrible historia un día decidí preguntarle, me
dijo que si no hablaba era porque no creía que pudiera interesarle a nadie lo
que le sucedió, le explique que se equivocaba, nos interesaba a todos y a mi
mas que a nadie ya que en España nada se hablaba de los horrores cometidos por
los nazis, pero mi abuela que había estado refugiada en Francia me contó cuando
yo tenia 5 años la organización de los campos de la muerte y desde entonces he
vivido con esas escenas de horror. Entonces nos habló, nos enseñó el número que
tenía tatuado en el brazo y que siempre escondía, después de contarnos su
historia ya no lo escondió más.
La
noticia de que el ejercito soviético se acercaba al campo de la muerte y que el
mundo enteró sabría lo que allí sucedía no tardó en saberse, los verdugos
decidieron para ocultar sus crímenes acabar con todos los prisioneros aun en
vida y borrar las trazas del campo, no tuvieron tiempo de hacerlo, nada podía
detener la marcha hacia la victoria del ejercito soviético, así que organizaron
la “Marcha de la Muerte”, a los prisioneros que aun podían andar los formaron
en columnas para llevarlos hacia otros campos donde serian exterminados, así lo
hicieron, los últimos que no murieron durante la marcha fueron ahogados al
llegar al mar.
Albert
fue de los que podían andar, detrás quedaron los moribundos, los hornos
crematorios, las montañas de huesos, los montones de cabellos humanos
arrancados a las victimas, el mundo tuvo por fin que contemplar lo que allí, y
en otros campos sucedió, durante años se habían negado a enterarse, no hablemos
de lo que allí pasa, ganemos la guerra y después ya veremos decían, por fin
pudieron ver y lo que vieron nunca podrá ser olvidado. El horror de la marcha
fue el mismo que el de los campos, latigazos a los que no iban deprisa, tiro en
la nuca a los que caían, no se les daba ni agua ni comida, si quedaban en las
cunetas mejor, los nazis siempre han amado las cunetas para sus victimas,
veamos España.
Mi
cuñado y un puñado de compañeros comprendieron pronto que no sobrevivirían así
que decidieron escapar, no era muy difícil, no había bastantes nazis para
guardarles, algunos desertaban para luego hacerse pasar por prisioneros o
entregarse al ejercito americano y así escapar al castigo que temían. Una noche
empezaron su marcha particular que les llevó a atravesar Polonia, al principio
se escondían y comían lo que encontraban en los campos abandonados, hasta que
un día entraron en un pueblecito casi abandonado, algunas mujeres salieron a
verles, su aspecto era tan miserable que no tuvieron miedo de ellos y les
ofrecieron de comer, les contaron que vivían allí solas en sus tierras
abandonadas por los hombre tal vez muertos o prisioneros quizas enrolados en
cualquier ejercito, temían a los desertores y a los bandidos, no tenían hombres
para defenderlas, les hicieron una proposición que no era indecente, les
pidieron que se quedaran con ellas, en el estado en que se encontraban no podrían
ir muy lejos y allí era la tierra de nadie, si estaban en el pueblo los
bandidos no se atreverían a robarlas y violarlas, el hecho de que hubiese
hombres les disuadiría, ellos aceptaron, fue una escena increíble, cada mujer
eligió el hombre que mas la convenía, hasta un pobre viejo que había conseguido
llegar hasta allí ayudado por los jóvenes lo aceptaron, nos interesa, dijeron,
es un hombre y eso nos basta, les advirtieron riendo de que tenia muy mal
genio, las mujeres contestaron que ya se encargarían ellas de meterle en
vereda, así fue, Albert nos contaba que nunca habían estado mejor atendidos,
las mujeres les servían como a señores y eran ellas las que trabajaban en los
campos, cuando estuvieron mas fuertes también los muchachos se ocuparon de
siembras y cosechas, habían decidido pasar allí algún tiempo, no sabían si la
guerra había terminado y en que estado encontrarían su país, querían acumular
fuerzas para poder afrontar el camino que les quedaba.
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